martes, 20 de marzo de 2018

ARCO SEGÚN JAVIER VILLEGAS

Cualquier museo, o en este caso feria, de arte contemporáneo que se precie debe tener ciertas obras que lleven al límite la definición y concepción que cada uno tiene de lo que es y no es arte. Y ARCO las ha tenido. Lonas en blanco, lienzos totalmente pintados con un color plano, cristales y papeles en el suelo y fregonas dobladas son, entre otros, los ingredientes que hemos encontrado en una feria, la de 2018, que muy probablemente pasará al imaginario colectivo como la de la censura, pues el artista (o “artista” dependiendo de las visiones) Santiago Sierra la ha sufrido con su obra Presos Políticos


Más allá del anecdotario que pueda surgir a raíz de las obras contemporáneas, ¿qué ha sido ARCO 2018? Para los cerca de 100.000 visitantes y por, entre otras cosas, la buena acogida del #MeComproUnaObra, que ponía a la venta productos artísticos con valores inferiores a los 5000€ y que ha situado las ganancias en niveles anteriores a la crisis, la experiencia espero que haya sido tan buena como lo ha sido para mí, puesto que he podido ver un arte totalmente distinto al académico y figurativo que se nos muestra en clase y he podido reflexionar, viendo las obras en directo, sobre lo que significan o no, pues muchas de ellas es posible que no tuvieran un significado más allá del ser arte. La crítica social ha estado presente con obras como Refugee de Dan Perjovschi o A las puertas del mundo, del burgalés Isaac Montoya, lo que se agradece para que podamos pensar también sobre el impacto social que el arte puede tener, sus límites a la hora de influir en la conciencia colectiva o su visión del presente y casi previsión de un futuro más o menos incierto. La primera pieza, Refugee, me gustó mucho y cerca estuve de escogerla para el comentario, pues la técnica del artista rumano, dibujística, cómica y con un toque de ironía que plasma sobre el papel de periódico que es su soporte, me recordó mucho a la de David Shrigley, un dibujante británico con una forma de trabajo similar y que, entre otras cosas, tiene dos discos en los que hace una música experimental similar al Filter Happier de Radiohead, pero eso es otro tema. La segunda pieza, A las puertas del mundo, me gustó


tanto como su artista, muy dado a la crítica social como Perjovschi pero de una forma más orientada a las nuevas tecnologías y al vídeo arte, como podemos ver en, por ejemplo, otra obra suya llamada Tsunami rojo, que plantea la decadencia de los valores de nuestras sociedades haciendo a la vez una alusión a la catástrofe de Fukushima de 2011, donde estaba haciendo un proyecto por aquel entonces. Por otro lado se dejaron ver desnudos (Portrait interieur de Claudio Goulart por ejemplo) animaciones y arte digital (por decir uno, Blossom de Tabor Robak) y, por cierto, más representación femenina tanto de galeristas como de expositoras que en ediciones anteriores, según datos de la propia organización. En general fue una jornada intensa pensando, viendo y, casi casi, sentándonos, por la forma de asiento de ciertas obras como las de Eva Fábregas picture yourself as a block of melting butter, sobre un arte que parecía infinito en su cantidad incluso a pesar de que ciertos críticos digan que había menos obras que en años pasados, porque ARCO es una visión constante de obras y más obras en los dos pabellones que ocupa hasta que los pies y el cerebro dicen “basta” porque, por buena que sea la experiencia, es agotadora. 


Lo es por la cantidad de galerías que había (211) que, si bien estaban correctamente distribuidas y delimitadas, llegaban a dar sensación de agobio, aunque el ver obras diferentes constantemente creaba una sensación de sorpresa en cada esquina, donde podías encontrar obras que te llamasen la atención por su belleza, su tamaño o su soporte, que, gracias a la gran oferta existente, podía ser muy variado. Es, por ejemplo, lo que pasaba con Sleeping girl (small versión) una pequeña escultura de Hans Op de Beeck que transmite cierta melancolía por los tonos grises (propios de la obra del autor como apreciamos en, por ejemplo, The Collector’s House) y la belleza y definición de las formas de la niña protagonista, que por su postura recuerda a Los Amantes de Toulouse Lautrec aunque esté sola. Además, lo que el autor dice que pretende transmitir, a saber, el cómo los objetos que nos rodean en ciertos momentos de nuestra vida se convierten en algo ligado a ella, hace del ejercicio uno similar al My Bed de Tracey Emin, donde la autora expuso su cama, tras una ruptura, en la Tate Gallery de Londres. Siguiendo en la línea escultórica que ha tenido tanto peso en ARCO nos encontramos con obras como Estelar 12.50 C o Estelar 11.50 C de Pablo Armesto, hechas en técnica mixta y que, aunque no son tremendamente originales en su realización, pues hilos formando formas hemos visto todos, sí cumplen la función de ser llamativas y de atraernos a verlas por su aspecto visual, consistente en un cubo blanco en cuyo centro unos hilos se entrelazan formando estrellas o polígonos imposibles iluminados por unos haces de luz. Las tecnologías siguieron presentes en las numerosas obras con neón o pantallas que había, como Mondo Smeraldo de Fabrizio Corneli o Hell’s Gate de Arturo Garrido, que para el montaje de otra obra que completaba la composición de su espacio, tuvo que sepultar a su padre, musa de la obra Madrid 666, en 40 kg de escayola.


Vimos otros métodos más tradicionales como el óleo sobre tabla que Juan Genovés escogió para su Permutado o el óleo sobre tela que Soledad Sevilla usó en el 2015 para su serie Nuevas Lejanías, de la que en ARCO encontramos los modelos XI y XII, influenciados por la escultura minimalista de Suda Yoshihiro, un artista japonés que gusta de hacer pequeñas y delicadas esculturas en madera de flores del magnolio. También pudimos ver el uso de acrílicos y esmalte sobre lienzo por el artista valenciano Toni Sánchez para su cuadro pop The Wave, inspirado en La gran ola de Kanagawa de Hokusai y en, como gran parte de su producción, Roy Lichtenstein, de quien ha hecho y expuesto reinterpretaciones y ha tomado gran parte de su estilo e inspiración. Personalmente y evitando a entrar a reseñar en exceso a este artista, me parece de poca originalidad el que tome, de forma tan notable y reiterada, la inspiración en Lichtenstein para sus cuadros, pues parece que el valenciano no ha logrado desarrollar un estilo propio y simplemente se ha dedicado a seguir desarrollando uno que ya existía. Volviendo al tema principal, pudimos comprobar, gracias al protagonismo de la escultura en toda la feria, que ésta también abarca un gran abanico de posibilidades en sus materiales, como puede ser la madera del Alepo que Francisco Leiro hizo para el stand de El Mundo o el cristal y el metal usado por Gabriel Kuri en su llamativa obra 1/1 Exponential Growth. Por supuesto la fotografía no faltó y vino de la mano de artistas como Tomás Saraceno y su Cloud/Time, obra fuertemente inspirada en el Monje en la orilla del mar de Caspar David Friedrich, o Ryan Mcginley con su obra
You and my Friends 9, unas fotos de jóvenes exaltados gritando o riendo iluminados cada uno por una luz de un color que es amarillo, azul, rojo o verde y que se retratan de forma similar a una serie de fotos que el autor hizo en una gira de conciertos de Morrisey, una influencia musical que también se nota en la similitud que tienen algunas de las fotos de You and my Friends con carátulas de discos como el homónimo de Ryan Adams. Este fotógrafo estadounidense, por cierto, ya había estado exponiendo en España, en el MUSAC de León en el 2005, un año después de exponer en el MOMA y cinco tras haber sido el artista más joven en tener una exposición individual en el Museo Whitney de Arte Americano. En conclusión, ARCO es nada más y nada menos que las obras que expone y ha habido tantas y tan variadas que no puedo sino sentirme afortunado de haber podido ir y de haber tenido la posibilidad de ampliar mi conocimiento sobre el arte actual, uno que pocas veces se nos muestra en el ambiente académico del bachillerato donde estamos. La experiencia fue realmente extenuante pero hacer esta retrospectiva de las obras que vi y que compusieron mi experiencia me ha hecho darme cuenta de lo mucho que merece la pena ir a ARCO, pues no sólo te cuestionas sobre qué es o deja de ser el arte, también puedes descubrir la inspiración que otros artistas pueden darte a raíz de la que ellos han recibido. Por último creo que cada uno tuvo una experiencia diferente porque no todos vimos las mismas obras e incluso en caso de que así hubiera sido, no habríamos sentido lo mismo que nuestros compañeros por una obra, lo que es, en definitiva, lo más bonito de esta experiencia.

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