lunes, 22 de junio de 2020

LO QUE HE APRENDIDO




Roy Batty el replicante al que puso rostro Rutger Hauer en “Blade Runner” (Ridley Scott, 1982) se despide, mientras llueve, de  Rick Deckard (Harrison Ford) con estas palabras que han terminado por hacerse un hueco en la historia del cine: "Yo he visto cosas que vosotros no creeríais. Atacar naves en llamas más allá de Orión. He visto rayos-C brillar en la oscuridad cerca de la Puerta de Tannhäuser. Todos esos momentos se perderán en el tiempo, como lágrimas en la lluvia. Es hora de morir."

Como no quiero que lo que pienso y digo se pierda en la lluvia, y más en momentos tan infames como los de la peste que hemos padecido, voy a escribir sobre ello para despedirme de vosotros, recogiendo los sentimientos que os he transmitido en mis dos últimas lecciones.

No digo adiós, derrotado, como Batty. Mi referencia siempre ha sido un dibujito, titulado Aun aprendo, del último álbum de Goya que recoge a un anciano barbudo que apoyándose en dos bastones continua avanzando en su itinerario vital. Ese dibujo es, para mí, más una referencia de futuro que una reflexión sobre el pasado.

La memoria, ya lo sabéis, suele ser traicionera. Y el pasado solemos edulcorarlo para hacer el presente más llevadero.

Si mi última lección hubiese versado sobre lo que os he tratado de enseñar y sobre lo que, humildemente, he aportado en mi vida profesional, debiera realizar, antes de nada, un extenso recordatorio de quienes, amigos y compañeros, han estado a mi lado como profesor y como cargo directivo de diversos centros. A ellos, por lo menos a los más cercanos, se las daré personalmente.

Cuando creé este blog lo hice en el convencimiento de que se trataba de un instrumento para vosotros. Y es a mis alumnos, a todos, aunque ahora os hable solo a los de este primero y este segundo, a quienes va dirigida esta última entrada que habla no de lo que os he intentado enseñar, con mejor o peor fortuna, desde hace cuarenta años sino precisamente de lo que he aprendido con vosotros a lo largo de todo este tiempo.

He aprendido, en primer lugar, a comprender, mientras os daba clase, a mis propias hijas, aunque este ha sido un camino de ida y vuelta porque también vosotros os habéis beneficiado de lo que de ellas he aprendido para trataros de la forma más cercana posible.

He aprendido que son muchos más los buenos que los malos, aunque los segundos suelen dar más guerra y que debemos defender lo  que beneficie a la mayoría sin dar un solo paso atrás porque , si lo hacemos, ellos lo darán hacia adelante y ese espacio no lo recuperaremos jamás.

He aprendido que, para ser creíble, hay que poner –como decía Jorge Manrique- muchas veces la vida en el tablero.

He aprendido que hay que trabajar desde la emoción. Los conocimientos expuestos en clase los podéis encontrar en cualquier libro, pero no la experiencia que os he transmitido de ciudades o de obras de arte que os he tratado de enseñar a través de las fotografías, mejores o peores, que yo mismo he realizado y que prolongaban mi presencia allí y los sentimientos que entonces me despertaron y que revivía para vosotros como un asunto personal.

He aprendido que la memoria es fundamental. No creáis a quien la desprecie. Os dirán que las sociedades felices son las que no tienen memoria, pero lo hacen para perpetuar sus infamias. La memoria facilitará el desarrollo de vuestro trabajo. No tiréis nada. En una época tecnológica como la nuestra siempre podréis dar una segunda vida a todo lo que hayáis hecho. El lápiz y el papel son un instrumento imprescindible pero un móvil, hoy, es uno de los instrumentos más poderosos –si no el que más- de conocimiento y comunicación inventados por el hombre. ¡No presumáis de ignorancia en cuestiones tecnológicas! Sería un viaje a un territorio desconocido y sin billete de vuelta.

He aprendido, sin ironía, que hay que trabajar a través de proyectos y por medio del desarrollo de las competencias básicas. Decía un pedagogo antiguo que lo que se escucha se olvida; lo que se ve, se recuerda y únicamente lo que se hace se aprende. Vuestro proyecto (concluido de unos, recién iniciado de otros) es el campo de batalla virtual en que demostráis y demostraréis qué tipo de generales sois.

He aprendido que, a pesar de que la casualidad es nuestro desconocimiento de una determinada causalidad, debemos estar preparados, humana y tecnológicamente, para cualquier incidencia que pueda acontecernos en la vida. Y ser fuertes ante los reveses que interrumpirán, momentáneamente, nuestros proyectos de futuro. No desmayéis, no abandonéis, no caigáis en la pereza que es el pecado capital que os define como grupo.

He aprendido que el mundo está compuesto de maravillosos seres humanos diferentes y que es una tontería intentar que todos quieran lo mismo, aprendan lo mismo al mismo ritmo y posean las mismas expectativas vitales. No hay normas universales para las personas. Debemos potenciar lo que cada uno tiene de diferente, eso nos hará más ricos como individuos y como sociedad.

He aprendido que una de las cosas más importantes que podéis hacer es ser cariñosos con las personas que tenéis cerca. Está bien luchar por la salvación de la humanidad pero un beso y un abrazo a vuestros padres, vuestros hermanos, vuestros familiares y vuestros amigos suele tener un efecto más inmediato. La otra se deriva de la opción que habéis elegido para formaros: contribuid a que, día tras día, vuestro entorno sea más bello de lo que os lo habéis encontrado.

Y para concluir, porque esto se está haciendo demasiado largo: intentad convertir vuestra vida, como quería Oscar Wilde, en una auténtica obra de arte.