martes, 11 de diciembre de 2018

David Cenizo: LOBO. LAS LIMITACIONES DE LA MODERNIDAD


1 comentario:

  1. “Un moderno entre los antiguos”. Un título hecho a medida, que viene como anillo al dedo, dado que la exposición es un encontronazo a través de la historia del arte. La reunión de dos desconocidos con mucho más en común de lo que parece: por separado cada uno posee su fuerza particular, y unidos la multiplican. Ésta es la razón y fuente de interés de esta exposición.
    Intersección temporal, la llamaría yo. El trabajo de dos épocas que aún con sus pequeñas diferencias, mantienen esa esencia: la representación de un movimiento. Ambas figuras antropomorfas (algo menos claro en el trabajo de Lobo, pero todavía apreciable), que con sus formas sinuosas representan una acción congelada, como si de una fotografía se tratase.
    Hay que decir que la realista reproducción en yeso y su contraparte contemporánea no distan demasiado en cuanto a expresividad se refiere. Solo hay que fijarse en lo que pretenden transmitir, ese energético y potente movimiento. En el caso expresionista esto se logra gracias a la incurvación pronunciada que recorre la escultura, intrínseca en combinación con el resto de elementos, con una forma que nos da un contexto al que aplicar la acción sugerida por la piedra. Un poema en toda regla, a entender como se quiera, en mi caso sin demasiada relevancia.
    Esto choca con el naturalismo de la pieza clásica, donde claramente se percibe un meticuloso estudio anatómico necesario para efectuar en profundidad una representación cuanto más semejante a lo real mejor, aun con cierto idealismo que impregna el clásico canon griego. La acción aquí se percibe más artificial, sin tanta fuerza como da la libertad absoluta de salirse de las formas y estrictas reglas, que hace de la otra escultura una experiencia más interesante en ese aspecto. Sin embargo, sí que es objeto de cierta admiración el trabajo de formas y los estudios y cálculos necesarios, con el fin dotar de tal sensación de robustez y firmeza a una representación que muestra tan inestable contorsión.
    Ahora bien, dispuesto a juzgar a la obra, me veo prácticamente obligado a reducir mi valoración al mero esteticismo. Aun siendo una época un tanto caótica la de Lobo, ésta no se ve reflejada en ningún momento en la obra, no va más allá, confinándose en la lengua de lo bello y lo atractivo visualmente. Por tanto, al igual que los autores helenistas buscaban la máxima representación de este concepto por medio de la lógica y las matemáticas, el zamorano lo hace a su manera, donde simplificación volumétrica de las formas parece el medio para hacerlo, expresar esas poses calmadas con suaves movimientos. Los comparo con un bailarín y alguien dedicado al levantamiento de pesas. El primero siendo grácil y ligero como el aire, formas estilizadas, músculos adaptados a ello; siendo todo lo contrario que la definición alcanzada en halterofilia: dureza y firmeza muscular.
    Y, aparte de ser representaciones pétreas, ¿qué más parecidos podemos sacar? ¿Esa correlación comunicada en la distribución de la exposición tiene su por qué? Si bien el artista crea un mundo conceptual mediante formas físicas, y dichas formas tienen su cierto parecido, ¿no llevarán, pues, al mismo cosmos? ¿O dicho cosmos puede variar dependiendo como se pretenda dar ese mensaje? No creo que se pueda acusar de plagio a Baltasar, puesto que una postura solo puede sumarse al mensaje de la representación, sentido mitológico en las griegas, un mensaje más vago y subjetivo en la otra. Por tanto, concluyendo, la obra de Lobo, puesto que era la desconocida aquí, me ha dejado un tanto indiferente, pues ese mensaje de estética que me comunica no es una gran aportación. Citando el texto dado, “La belleza en el arte clásico era un medio. En el arte contemporáneo es el fin.” Lobo se basa en una aportación incompleta, pues donde en el pasado se veía un camino, él ve un final, y olvida que lo que hace grande a una obra es su pervivencia a través del tiempo, por ser la solución a un problema comunicativo, y aquí el problema no llega ni a esa categoría. Simplemente, se queda corto.

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