martes, 4 de diciembre de 2018

EXAMEN DE INICIACIÓN


1 comentario:

  1. Primeramente, debemos tener en cuenta que en los propios ejemplos no encontramos una verdadera naturaleza. Esto se debe al hecho de que esa misma fotografía del cerro es en sí misma una visión propia del fotógrafo (al que tal vez habríamos de considerar artista en la misma, mayor o menor medida que a Gárgano). Es un recorte de una realidad, la captura de un instante.

    Habiendo dejado clara esta concepción podemos pasar a relacionar las imágenes con los textos. Ambos escritos plantean la prevalecía de un tipo de belleza sobre otro. Los dos podrían considerarse unos claros abanderados de su tiempo; Hegel, natural del Romanticismo, aboga por la superioridad de lo artístico, pues lo entiende como el producto del espíritu. Debemos de entender que vivió en una época en la cual se valoraban esencialmente los sentimiento, primaba la intensidad, se veneraba la libertad y el individualismo estaba a la orden del día. Su contemporáneo, F. Schelling ya afirmó en 1807, en su libro “La relación del arte con la naturaleza” que “en verdad que el artista debe rivalizar con aquel espíritu de la naturaleza que actúa dentro de las cosas mediante la forma y la configuración solamente, (...) y sólo cuando lo ha captado, imitándolo de una manera viviente, es cuando engendra algo verdadero.”. Es decir, no ve la naturaleza como algo inferior, sino como una base, de la cual puede hacer uso el artista para para construir otras visiones.

    Por otra parte, nos encontramos a Courbet, que defiende una belleza natural, real y visible. Una idea también acorde a su tiempo, en el que el Realismo surge precisamente como un progresivo pero rápido movimiento pendular que parte del Romanticismo. Aparece como un movimiento nuevo, que trata de mostrar la realidad como es, sin los filtros idílicos de la época anterior. Se encuentra en lo natural una gran fuerza que, como afirma el propio Courbet, el artista no ha de modificar “a riesgo de desnaturalizarlo y de debilitarlo”.

    Personalmente, no creo que la belleza sea algo tan simple como para atribuirla únicamente a los elementos de la naturaleza. Ya dijo Spinoza que “la belleza no es tanto una cualidad del objeto que se percibe cuanto en efecto quien lo percibe. Por lo tanto, opinó que las distintas interpretaciones tanto de Hegel como de Courbet no sólo son válidas, sino que además lo fueron especialmente en su época, consiguieron plasmar las ideas de la sociedad de su tiempo y eso quizás sea lo más importante (más allá de quién tenga la razón última). Así mismo, podemos entender que mis propias ideas (y probablemente las de todos), son también en gran parte el fruto del momento histórico en el que nos encontramos y, por lo tanto, tal vez sea precisamente por esto que sienta que he de afirmar que para mí la naturaleza, la realidad, es algo en lo que siempre vamos a encontrar una sublime y abrumadora belleza, pero que puede ser insuficiente; es ahí donde entra lo artístico.

    El arte no sólo puede presentarnos otras realidades que serían imposible en la naturaleza, sino que es también capaz de, sin necesidad de amoldarse únicamente a lo visible, conseguir transmitir incluso en mayor medida un mensaje; por medio de los irreal, lo abstracto o lo imposible. Tal es el caso del Guernica. ¿Hubiese transmitido de igual manera todo el dolor, la crueldad y los horrores de la guerra si hubiese sido un óleo realista de los edificios tras el bombardeo? Probablemente no. En el cuadro de Gárgano ocurre algo similar.

    Además, hoy en día existe un nuevo dilema: ¿cuál es realmente el interés de una pintura que capte la naturaleza común algo grado de iconicidad si disponemos de cámaras fotográficas? ¿No propicia tal factor lq búsqueda de una visión más individual y única por parte del artista? Yo opino que sí. Y es lícito, y también puede ser bello.

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